Los Caídos comienzan a hace el Mal en el entorno más cercano a Valeria. Para ello, utilizarán al padre de Bruno, el amigo de la infancia de la joven, y le tentarán con todo tipo de artimañas para hacerle recaer en una adicción que consiguió superar poco antes de que arruinara su vida: el juego. Iris, Graziel y el propio Damián se encargarán de convertir su apacible vida de nuevo en un infierno en el que correrá peligro su vida, la de su mujer y la de su propio hijo. Alertado por los nuevos síntomas de su padre y por una brutal paliza que recibe por causa de sus nuevas deudas, Bruno no dudará en adentrarse, de la mano de Damián, en el oscuro y peligroso mundo de las carreras de motos ilegales.
Pero Valeria va controlando mejor sus angelicales cualidades y parece tener mejor asumida su condición. Llegado el momento, decidirá por sí misma enfrentarse cara a cara con Iris en un duelo terrible que tendrá consecuencias insospechadas.
Entretanto, Alexia sigue atormentando a Adrián, el sacerdote. La servidora del Mal no dudará en causar la muerte a algunos de sus allegados con tal de atraerlo a su terreno, haciéndole pensar que su presencia es necesaria para detener su crueldad. En última instancia, tratará por todos los medios de hacer mella en la fe de su víctima, atacándole allí donde es más vulnerable.